Nuestros pueblos indigenas tienen una concepción cosmogónica del mundo que les confiere una visión poética y mítica de todo cuanto los rodea. 

La leyenda dice que el mundo comienza cuando el Dios Wahari crea a los indios Piaroa Para poblar y dar fertilidad a la tierra, Wahari corta el árbol de la vida, el Kuawai, para que éste derrame todos sus frutos sobre la tierra. De dicho árbol, sólo permanece el tronco cortado, que nosotros, los extranjeros, llamamos Cerro Autana. Forma parte del Escudo de Guayana. En cuanto a su altura, unas fuentes dicen que alcanza los 1.250 metros de altitud, en otras se dice que aproximadamente 1.300 mts. Constituye para los indígenas piaroas una montaña sagrada (conocida como el Árbol de la Vida). Este tepuy fue declarado Monumento Natural Cerro Autana en 1978, incluyendo no sólo el cerro, sino parte del río Autana y el lago Leopoldo.

Esa historia y otras leyendas indígenas, narran el origen de la tierra y de las maravillas naturales.

Un tesoro de la literatura oral que reúne mitos, cuentos y leyendas transmitidas de generación en generación para que nunca se olviden. Narraciones de una gran fuerza simbólica que dan cuenta de la riqueza cultural de los habitantes ancestrales de Venezuela, y son parte de nuestra identidad como pueblo.

Amalivaca, el mito Caribe de la creación,  Las cinco Águilas Blancas y Waraira Repano, que narran el origen de estas montañas de Mérida y Caracas, así como la del “Pez caribe”, encomendado por el ser supremo para cuidar a sus hermanos, son algunos mitos y leyendas que conforman la literatura oral venezolana.

La concepción mítica del mundo por parte de los indígenas se vincula, mayormente, a sus actividades cotidianas por lo que los Warao, Piaroa o Wötjüja, Wayúu, Yekuana, Jivi, Ñengatú, entre otros pueblos originarios, determinan su vida a partir de esos conocimientos ancestrales.

Uno de las leyendas más conocidas e importantes es la que se refiere al gran árbol de la vida, una historia ancestral que explica el origen de los alimentos en el planeta y le confiere un carácter sagrado al tepuy Autana, ubicado en el estado Amazonas.

Kuawai, el árbol de la vida

En lengua indígena Kuawai significa “Árbol de la Vida”, nombre que los Piaroa dan al cerro Autana, símbolo de la creación de todos los alimentos, por lo que le guardan respeto y lo veneran como sagrado. Desde tiempos ancestrales, los Piaroa aseguran que con su caída se esparcieron todos los frutos sobre la tierra.

Esta historia se remonta a los tiempos de Rúa-Wahari, creador de todas las cosas, quien dio vida a los Piaroa, también llamados Dearuwa o Dueños de la selva.

Después de haber creado a los seres humanos, Rúa-Wahari hizo los frutos para que se alimentaran, todos concentrados en un árbol gigante. Para comer de él debían pedirle permiso pero un día, Rúa-Wahari se enteró de que Cuhicuchi estaba robando sus frutos a escondidas. Esto le causó tal enojo, que decidió derrumbar el árbol para que todos pudieran tener los alimentos. Comenzó por limpiar las áreas en las que caerían, las grandes sabanas que hoy se encuentran dentro de la selva.

Para cortar el árbol Rúa-Wahari pidió ayuda a sus sobrinos, los hijos de Chejeru, pero se cansaron pronto y fueron a buscar agua, dejando el lado más duro del árbol a su tío. Cuando él también se cansó, los sobrinos lo enviaron lejos para tratar de tumbar el árbol ellos solos.

Se sorprendieron al ver que no caía, solo se tambaleaba. Desconocían que su tío tenía el árbol amarrado de un bejuco sostenido en el cielo. Primero mandaron a Cuchicuchi, quien  aunque no pudo subir a lo alto del árbol, logró ver la cuerda que lo sostenía.

Luego mandaron a una ardilla vieja, Tuärü ́ka, pero no pudo alcanzar la cuerda. Por último, enviaron a una pequeña y hábil ardilla que subió con un hacha pequeña en su espalda. Dicen los Piaroa que debido eso, hoy en día la ardilla lleva su cola en la espalda.

Al llegar a los frutos la ardilla comió de todos aquellos que no había probado, antes de cortar la cuerda. Al caer, el gigantesco Kuawai causó un estruendo que estremeció al mundo entero. La ardilla logró saltar y aseguran que la pequeña montaña con la figura de este animal que puede observarse en el río Orinoco, es ella.

Cuando el árbol de la vida se desplomó sus frutos se dispersaron por todas partes del mundo, incluso en sitios que Rúa-Wahari no había planificado, por lo que en los espacios limpió quedaron las sabanas.

El gran Kuawai cayó hacia los lados de Manapiare,  hoy en día una tierra tan fértil que las frutas crecen sin necesidad de sembrarlas. Al escuchar el gran ruido que hizo el árbol al caer, Rúa-Wahari corrió hacia allá y se montó en el tronco que quedó.

Los piaroa cuentan que el espíritu del creador encarnó en el cuerpo del danto y la lomita que se ve en el Kuäwäi, es el cuerpo completo de este animal.

Hoy, del inmenso árbol sólo queda el tronco que sobresale en medio de la selva amazónica, el Autana, “montaña sagrada” que guarda las voces ancestrales de los Piaroa.

“Del Árbol de la vida, sólo el tronco permanece.
Ustedes, los criollos, lo llaman Cerro Autana.
Para nosotros, los piaroas, es el Kuaimayojo, el tocón petrificado del Wahari-Kuawai, a cuyo alrededor Mereya Anemei creó el universo: los ríos y raudales, las montañas y la selva, los animales, la lluvia y el espacio celeste.
Este es nuestro territorio de origen.
Esta es, para nosotros la tierra sagrada”.

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